Era
una brujita bromista, llamada Brujilda
que
brincaba en los techos y venía de muy lejos,
del
mágico país de Bra-bre-bri-bro-bru.
Aquella
noche de luna y azul,
brujita
Brujilda salió de paseo
a
mirar la luna que brillaba en el cielo,
canturreando
las notas del Bra-bre-bri-bro-bru.
Emprendió
su camino y soplaron los vientos.
brujita
Brujilda se puso un abrigo de fino bramante
y
una bufanda bruna de lo más elegante.
Siguió
su camino y la lluvia asomó.
Brujita
Brujilda se puso un sombrero de paño de lana,
y
un paraguas muy propio de las más finas damas.
Para
ir en busca del tibio sol y la fresca brisa,
brujita
Brujilda alistó su equipaje
y
se fue despidiendo del brusco paisaje.
Después
de un abrazo, abordó su escoba,
y
con su sombrero de moda,
se
elevó con gracia por el cielo azul
de
regreso al país de Bra-bre-bri-bro-bru.