Por Lilia E. Calderón
Almerco
En una ciudad muy particular
vivía
una brujita llamada Marita,
muy
traviesa ella, muy singular.
En su despensa, pilló a dos ratones.
Quiso convertirlos en patines,
pero los convirtió en calcetines.
¡Qué
graciosa la brujita Marita,
tan traviesa ella, tan singular!
Su mamá preparó un conejo guisado.
Ella quiso convertir al conejo en helado,
pero lo convirtió en pescado.
¡Qué
divertida la brujita Marita,
tan traviesa ella, tan singular!
Ayer fue noche de luna
y en su escoba espacial se fue
a buscar un lugar tranquilo
donde repasar sus hechizos.
En el bosque no la han visto
Y tampoco en la playa,
pero yo creo que ha caído
en la azotea de tu casa.
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